Vivimos en un mundo globalizado, eso ya lo sabemos.
Todo parece acercarse.
Pueblos y culturas distantes se nutren mutuamente y comparten su idiosincrasia, aún quizá sin quererlo así. Vamos adoptando, lentamente, con la infinita paciencia del tiempo, diferentes modos de contemplar, de pensar y hasta de hablar.
El lenguaje, uno de nuestros principales modos de comunicarnos, no escapa a este mundo mezclado y unido. Hacemos propias palabras pertenecientes a otros idiomas y a cosmovisiones muy distintas de la de nuestro lugar de origen. Capo, shampoo, cliché, jazz, spaghetti, stress, tsunami, ticket y sandwich no son palabras que pertenecen al español. Como tampoco lo es la palabra Karma.
¿Cuántas veces habrás dicho o pensado “es mi karma” ante alguna dificultad? Karma es una palabra tan infiltrada en nuestra lengua que olvidamos que pertenece a un pueblo y a una cultura muy lejana física y temporalmente.
Desenredando el concepto
La palabra Karma tiene como raíz el vocablo Kri, que significa acción o hecho. Las acciones a las que refiere este término sánscrito no son únicamente físicas: se le da la misma o mayor relevancia a las acciones mentales, a los pensamientos.
Según la Filosofía Yóguica, el pensamiento es el verdadero Karma, ya que todo lo que existe en el mundo fenoménico, el que percibimos sensorialmente, tiene su origen en la fábrica mental. Entonces, Karma es la sumatoria de todas las acciones (sutiles y concretas) que generamos en esta vida y, tal como aseguran muchas filosofías orientales, las que se produjeron en las innumerables vidas pasadas.
Pero todavía hay más. Karma no significa únicamente acción, sino que la palabra también engloba al resultado de dicha acción. El acto y su consecuencia son inseparables, son exactamente lo mismo.
Se dice que la Ley del Karma es la ley de la causación. Una causa siempre producirá un efecto. Una semilla de manzana es la causa de un efecto: el manzano; y el manzano es la causa a su vez de otro efecto: nuevas semillas. Efecto y causa van eternamente de la mano. Efecto y causa trazan un círculo sin fin.
Cosecharás tu siembra
En el fondo todos tenemos bien internalizado el concepto de Karma. Normalmente lo relacionamos con eventos que nos cuestan, que nos demandan cierto esfuerzo o que nos desagradan, pero, como vimos, no es necesariamente así.
Aún en su complejidad, el Karma es bien simple: si sembramos margaritas no obtendremos un ciruelo. Es puro sentido común.
En la Filosofía Védica, que data de aproximadamente 5000 años atrás, se dice que el hombre se compone de tres fuerzas. El ser humano tiene una triple naturaleza, cuyos elementos conforman su karma. Estos son:
- Ichha: el deseo o sentimiento.
- Ñana: el conocimiento.
- Kriya: la acción o voluntad.
El deseo (Ichha) pone en marcha la rueda del karma. Pongamos como ejemplo que querés un auto nuevo. El deseo de obtenerlo genera una ola de pensamientos en pos de ese objetivo. Luego, como el deseo persiste, te ponés en marcha para conseguirlo. La ley del karma nos dice que deseo, pensamiento y acción son los tres hilos con los que se trenza la cuerda kármica.
Tipos de Karma
Imaginemos un arquero que acaba de disparar su flecha, la que aún está en el aire. Enseguida se prepara para tomar una nueva flecha de su carcaj y colocarla, como hizo anteriormente, en su arco, alistándose para disparar. Repitiendo esta misma acción una y otra vez.
La anterior es una bonita imagen propia de la Filosofía Védica, que ilustra y nos ayuda a comprender los tres tipos de Karma que distinguen los yoguis:
- Sanchita Karma, en el ejemplo, serían las flechas dentro del carcaj. Son todos los karmas acumulados del pasado. Sanchita conforma las tendencias, las aptitudes, las inclinaciones, los deseos y el carácter de una persona.
- Prárabdha Karma es la flecha que ya ha sido disparada, la que aún está en el aire. Es la parte del Karma que es responsable, entre otras cosas, del cuerpo presente. No se puede evitar ni cambiar, solo podemos experimentarlo.
- Agami Karma es la flecha que está en el arco, a punto de ser disparada. Es el karma que estamos produciendo ahora, que tendrá consecuencias en un futuro inmediato o lejano.
Cambiar el destino
Somos agricultores de nuestro destino. La lluvias o las sequías no están bajo nuestro control, pero aún así un buen agricultor trabaja su tierra, la abona y la riega. Su cosecha es, en buena parte, el fruto de su trabajo.
Purushartha es el nombre que se le da en sánscrito al propio esfuerzo. La dedicación, la pasión con la que trabajemos hoy, se convertirá en el Prárabdha Karma de mañana. En este sentido, la práctica de Yoga bien dirigida, es un esfuerzo por neutralizar el mal Prarabdha del pasado.
Es pasado terminó. El futuro está en nuestras manos. Tenemos libre voluntad para actuar. Aprendamos a mirar de otra manera, con ojos nuevos y con mente limpia. Pensar es el verdadero karma. El pensamiento modela tu carácter. El carácter modela tu destino. Si dejás que tu mente cultive pensamientos elevados, desarrollarás un carácter noble.
“No existe poder en este mundo que pueda impedir que las acciones den su fruto. Tal es la Ley del Karma. Tal es el círculo que has de atravesar en tu camino” Swami Sivananda.